Esta canción que sigue narra la historia de otro personaje de mi pueblo que al igual que Rosa Leyes el indio también era un marginado de la sociedad pueblerina. Debo decir que de alguna manera esa marginalidad se la ganó a pulso. Andaba siempre roñoso y harapiento, no hablaba con nadie ni nunca intentó participar de los pequeños acontecimientos de la comunidad.Como se explica en la canción era un exiliado de la primera guerra europea, fugitivo del horror de las trincheras. Cada año el veinticinco de mayo los niños con nuestras escuelas asistíamos en la plaza a la celebración del día del primer grito de libertad que se dio en la entonces colonia española ese día de 1810. El acto al que asistían casi todos los habitantes del pueblo consistía en izar la bandera y cantar el himno nacional, luego el intendente, máxima autoridad, leía un discurso patriótico y cada uno se volvía a su casa. Yaco, cada veinticinco de mayo se ponía sobre una camisa que alguna vez había sido blanca una especie de corbata o cinta negra y asistía al acto, siempre desde la acera de enfrente, es decir, sin mezclarse con el resto de la gente.
Seguramente su mente era un desvarío constante y esto lo convertía en insociable hasta el extremo de que yo, que me fui del pueblo a los doce años jamás escuché su voz salvo algún gruñido ininteligible y le veía pasar poor nuestra acera prácticamente a diario. Vivía en una covacha en el fondo del patio de una herrería entre “fierros" viejos y herrumbrados en compañía de las ratas que como él se aislaban como refugio en aquella soledad. |
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