¡Ah, la nostalgia, qué cantidad de matices nos presenta todos los días!. Para algunos la nostalgia es mala consejera porque dicen que distrae el disfrute pleno de los momentos presentes, pero no es así porque los momentos presentes, en cuanto se producen y son gratos, automática e irreversiblemente entran de lleno en el campo siempre vacante de la nostalgia. Un ser humano sin recuerdos es como un río sin agua, sólo cauce y nada más.
A mi la nostalgia me parece un arma siempre cargada y dispuesta a ser disparada por las circunstancias. No sé en que ciudad específica fue ni a que teatro vino a verme y pasó a saludarme al camerino. Cuando la vi, se me vinieron encima no sé cuantos años intensamente vividos y, por un momento, regresó el tiempo de mi juventud en la figura de aquella hermosa mujer que me presentaba orgullosa a su esposo y a sus hijos. Era un retazo del pasado que había decidido darse una vuelta por el presente y que por un instante me devolvió una edad que ya no tengo y que naturalmente añoro. Al llegar al hotel, como quién dice de un plumazo escribí estos versos no sé si en homenaje a ella, o a mí o sencillamente porque tenía que hacerlo. |
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