Dicen por ahí que los que escribimos especialmente versos somos muy desordenados que llenamos nuestros bolsillos de papelotes con ideas sueltas que muchas veces no pasan de ser eso, ideas sueltas cuyo destino debería será la papelera, porque no encuentran continuidad ni desarrollo nunca.. Puede que sea cierto, pero la gente debe comprender que cuando aparece una idea para un poema uno no puede permitirse el lujo de dejarla escapar o abandonarla. Debe conservarla para disfrutar de ella en otro momento más propicio e incluso para tratar de componer el que será el más grande poema que se haya escrito jamás. Pero si nuestros bolsillos siempre están repletos de papelotes, nuestra mesa de trabajo es el caos, al menos la mía lo es. Un auténtico campo de batalla. Aquí hay de todo, ideas, direcciones, números telefónicos, versos empezados e inconclusos y debajo de la mesa una papelera ávida de recibir la sobrealimentación de un ataque de orden que nunca llega. Un día buscaba ansioso unas estrofas que había escrito a modo de introducción para un poema dedicado a “ella” como todos y pese a mi esfuerzo y desesperación no aparecieron y en ese busca que te busca, se me ocurrió la idea de escribir estos sobre lo que me estaba pasando. |
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