Para comentar la siguiente canción dedicada a Camilo José Cela, extraje un fragmento de
un capítulo titulado “Un señor senador” de mi libro “Desde un rincón del alma”.
“Un día, durante una gira de recitales que estábamos realizando por Argentina, recibí con asombro una llamada telefónica de José María Iñigo desde Madrid. El periodista me proponía asistir y cantar una canción en un homenaje nacional a Camilo José Cela, que sería retransmitido por la televisión. Según José María, el propio Camilo había solicitado mi presencia. No dudé en aceptar el convite, postergando algunas actuaciones programadas.
-¿Qué cantar para Camilo?.
Iñigo me sugería que intentara ponerle música a algún verso del propio Cela. Esto me llevó a releer los únicos poemas que hasta ese momento existían del escritor, es decir,los que componen el libro “Pisando la dudosa luz del día”. A pesar de mi experiencia en musicalizar versos, (no he hecho otra cosa en toda mi vida ya que mi técnica de compositor profesional consiste en escribir algunas estrofas y ponerles música. Esta manera de componer me permitió en su momento hacer canciones con poemas de Machado, de Lope, de Quevedo entre otros como el ya mencionado Miguel Hernández) aquellos versos de Camilo José Cela, no había forma de musicalizarlos. Arrítmicos y complejos, eran a mi entender inabordables para convertirlos en canciones . Ante la inminencia del compromiso, decidí escribir yo mismo unos versos sin pretensiones literarias, pero que al menos fueran cantables y que expresaran la inmensa admiración que sentía y que siento por él. Sentado a un gran piano en mitad del escenario, tratando de no perder el control de lo que debía hacer, eludiendo a duras penas las zancadillas de la emoción, me puse a cantar aquello que comenzaba diciendo: “Tu corazón es un violín que está afinado en Fe mayor, latiendo en Fe mayor, vibrando en Fe mayor donde compones la canción más elevada de tu voz, el Cosmos de tu voz, entero ”. Al terminar la canción, abandonó su mesa, subió al escenario y visiblemente emocionado me dio un abrazo que además de amansar mis nervios, me supo a gloria. Volvió a pasar el tiempo sin encuentros.
Renée Govaerts, una excelente pintora belga que tiene la misma dirección y el mismo teléfono que yo y que además comparte la vida, la cama y sus asuntos conmigo desde hace más de treinta años como esposa, exponía por enésima vez su obra pictórica en Madrid, en esta ocasión en la galería del Hotel Miguel Angel. Una tarde descubrimos a Camilo entre la gente que visitaba la exposición. Nuestra muy grata sorpresa, fue compensada por la suya, al descubrir que Renée Govaerts era su amiga “Renata”. Nos aislamos en una mesa del coqueto bar del hotel y volvimos a olvidarnos del tiempo escuchando la incomparable conversación de Camilo. Esa fue la última vez que nos vimos. A poco de este último encuentro le otorgaron el premio Nobel de literatura y ya solo supimos de él, por la prensa, la radio y la televisión. El reconocimiento a su talento se tornó universal, especialmente después de recibir tan prestigioso premio. Camilo José Cela,(1916) nació en Iria Flavia que es algo así como un barrio de Padrón, en la Galicia profunda, la del unto y la del albariño, la de Valle Inclán, la de Rosalía y la de mis abuelos, la de las leyendas negras, la de los montes indómitos y secretos, la de las brumas y las meigas, la de las generosas rías por donde se van y vienen casi desnudos los hombres de la mar, la de las mozas floridas. Su inmenso talento le ha jugado la buena o mala jugada, según se vea, de instalarlo en la inmortalidad. |
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