El texto de esta canción que viene ahora es una narración subjetiva de una época de mi vida en que todo me daba igual. Joven y bello, un tanto truhán, frívolo deseado e insaciable pero bastante vacío por dentro. “Frivolidad inerme, cabriola tras cabriola, contento de mecerme al ritmo de las olas”. Es decir, aceptaba cualquier oferta amorosa con las puertas del alma cerradas a gozne soldado. Me dejaba llevar por la corriente de fiesta en fiesta, de cama en cama, mientras tanto por dentro me iba invadiendo casi sin darme cuenta, pero inexorable una soledad taimada, artera, ladina. Cuando yo andaba en esos trances nos conocimos. Ella se dio cuenta de todo y con paciencia infinita fue desoldando poco a poco aquellos goznes de mi alma. Los primeros pasos de este amor fueron difíciles para mi, ”secuelas que arrojaban mis sueños inmaduros”, yo aún no sabía a ciencia cierta lo que quería y lo que conocía hasta entonces es decir la frivolidad y a esa frivolidad, la creía inerme, no me parecía peligrosa. Mi amor al principio era un mar de dudas, no por ella si no por mí, de ahí “los fantasmas y laureles sonando de pasada como los cascabeles que lleva la manada”. “Enamorado tú, ¿qué dices?, si no terminas de estar con una y ya estás mirando a la otra”, y la sentencia “tú eres un ser volátil y voluble y jamás podrás pretender un amor verdadero, ni sentirlo ni tenerlo”. Por fortuna la sentencia gratuita de los amigos no pasó de ser un bullicio sin fundamento. El amor fue arraigándose en mi alma, ganando su lugar y el tiempo hizo el resto y ese amor me viene arropando desde el principio de su aparición hasta el mismísimo momento que redacto estas líneas. |
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