Con el trajín de la vida diaria, con los problemas que nos acosan y que a veces buscamos muchas veces nos olvidamos del verdadero motor de la vida que es nuestra alma. Por conveniencias y oportunidades, sacrificamos su integridad sin darnos cuenta, casi por rutina, la entregamos con facilidad y luego lloramos sus heridas. Le negamos alegremente el protagonismo incluso llegamos a comprometerla como faustos insensibles cuando nos resulta conveniente. Digo estas cosas, porque a mí me ha pasado y me pasa con demasiada frecuencia. Le debía una canción a mi alma, ¡mi pobre alma! que empuja la vela mayor de mi barca desde el principio de mi tiempo Un día no muy lejano decidí reivindicar mi alma frente a mi mismo,le debía una canción y escribí para ella solita estos versos. |
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