Yo te saludo hermano, desde algún escenario
que tu andariega planta habrá pisado ya.
Un sincero recuerdo, en un sincero abrazo,
unos minutos antes de salir a cantar.
Yo te debo bastante y sé bien qué te debo;
quisiera devolverte siquiera la mitad.
Somos tan diferentes y, sin embargo, puedo
decir que somos trigo, que amasa el mismo pan.
Como el hombre salimos al negro y al silencio
de una sala repleta que nos viene a besar;
territorio plagado de intrigas y misterios
que, como los que sufren, debemos conquistar.
Y Brel que se nos sube al estribo del alma,
ese Brel que nos llama, ese Brel que es verdad;
qué ganas tengo, hermano, de ponerme su rabia,
de subirme a su barco y con él navegar.
Pero hay rosas que nunca terminan de cortarse
y aunque mucho lo intentes, no las puedes lograr;
porque tienen espinas y temes lastimarte
y entonces "son más bellas prendidas al rosal".
Tú bien sabes, amigo, que no soy un conforme,
pero es largo el camino y acabo de empezar.
Estoy regando el árbol y he de esperar que brote
para que pueda una día su sombra derramar.
Y bien, querido Antonio, llegamos a la coda
y aún quedan más compases que quisieran sonar,
pero somos de tiempo y él impone su norma
y ha llegado la hora de salir a cantar. |