Llueve,
y tus ojos brillan más
que la lluvia en el cristal de la ventana.
Es tu voz, el delirio de tu voz
quien me reclama,
y en la penumbra el deseo de tu boca
de encontrarse con mi boca
es más fuerte que la lluvia.
Llueve,
la penumbra es nuestra aliada
y yo veo en tu mirada
la noche, sin estrellas,
en un cielo de escarlata
cual espejo de tu alma.
Tus labios rojos ya cansados de besarme
se entreabren anhelantes
para decirme: ¡deseo!
Llueve
nuestros pechos ya jadeantes
nos invitan un instante...
a morir. |