Qué culpa tengo yo para mi muerte
de manos de un fanático suicida,
qué culpa tengo yo de no ser fuerte
para blindar las puertas de mi vida.
Qué culpa tengo yo si mi camino
de siempre fue un camino sosegado
no tengo vocación de jacobino
ni soy un transgresor iluminado.
Si debo convivir con los violentos
por ética les niego mi indulgencia.
Los seres que generan malos vientos
no pueden navegar en mi conciencia.
En nombre de qué míseros designios
se juega con la paz y con su suerte
la paz es un deber, y es el dominio
que tiene por haber la buena gente.
Consciente soy de ser entre la masa
un punto más en medio de la pista
un número nomás en la subasta
un impreciso número en la lista.
Qué culpa tengo yo de los manejos
de rapaces ediles sin conciencia
que escurren siempre el bulto y el pellejo
y acaban con mi fe y mi paciencia
Si debo convivir con los corruptos
tampoco les dedico mi indulgencia
ni tan siquiera un mísero exabrupto
que pueda decorarles la conciencia.
Qué culpa tengo yo de los enojos
de jurásicos seres trastornados
que juegan a la muerte y sus despojos
en cobardes y arteros atentados.
Que sepa de para siempre el terrorismo
de mala sombra y docta villanía
que sólo tiene espacio en el abismo
del crimen y su eterna cobardía.
No hay fin que justifique tanta pena
ni pena que no viva su calvario
no hay crimen que se quede sin condena
más tarde, más que nunca o más temprano. |