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Agradecido 
    Mi querido amigo Alberto:
    Te digo querido amigo, porque los sentimientos compartidos crean lazos mágicos de amistad. Durante muchos años he tenido el deseo de escribir esta carta desfechada, que hoy me brota con la misma intensidad con que lo hubiese hecho hace 20 años o dentro de otros 20. Tengo que reprocharte y agradecerte tus canciones. Una por una, frase por frase, acorde por acorde. Siempre tuve la sensación de que te habías adelantado en el “turno de contar cosas”. El reproche viene precisamente de eso. La gratitud, por hacerlo siempre asi. Como yo no hubiese podido ni en el más idealizado de mis sueños. Tanto es así, que anulaste la posibilidad de que me hubiese convertido en un magnífico cantautor, porque ya había uno insuperable en estos menesteres, .. ni lo intenté. Me dedique a disfrutar de lo que ibas derramando en cada trabajo y, si me apuras, a sentirlo como mío. Utilicé tus temas para enamorar, para celebrar la llegada de mi primer hijo, para afrontar la rutina y el hastío de cada día, para saludar al joven que estaba tocando las maracas en una esquina, ... para seguir viviendo con sentido. En una clase de canto, me encontraba interpretando una romanza, y me sorprendió el profesor diciendo: “¿qué es lo que cantas, un tango?”. De eso eres culpable. También eres culpable de no dejarme ser un pequeño burgués consolidado, al meterme en ese mundo loco, complejo y abstracto de los sueños, la nostalgia, el aire con olor a aire y los ojos cerrados al cantar. De encontrar en ese camino a Sosa, Falú, Yupanqui... De separarme del suelo, montado en mi vieja guitarra. De recordarme la deuda que tengo con mis amigos. De hacerme sembrar un árbol. De tenerme preocupado por un perro que rondaba mi barrio. De ...
    Me despido ya, mi entrañable amigo, porque entiendo que tu tiempo está mejor empleado dando que recibiendo. Cuídate, que estamos faltos de brisa fresca. Agradecido por todo lo anteriormente expresado y recibido, se despide cortézmente, J.V.C.
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