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¿ALIMAÑAS?... NO
    Resulta que los seres humanos, los racionales, tenemos desde tiempos inmemoriales la costumbre de buscar en el mundo animal, es decir, el irracional la forma de adjetivar las malas acciones de quienes las cometen. Tildamos de alimañas a todos aquellos seres que causan un perjuicio a la sociedad como si las llamadas alimañas no fueran criaturas creadas por Dios, mas sí por el diablo. El lobo, depredador infalible, el zorro, perfecto señor de la estrategia, la serpiente, señora indiscutible del acecho, por nombrar algunos.,Quiero suponer que el tiempo les ha generado mala fama a estos animales porque procurando sus alimentos atacan nuestros rebaños, es decir, nuestra economía, y son perseguidos, acosados y muertos por cometer semejante pecado, es decir, el pecado de procurar el sustento propio y el de su descendencia, total pecado de subsistencia de su especie en un planeta cada vez más hostil para ellos. El lobo no mata para colgar en su guarida un trofeo de caza. El zorro no asalta nuestro gallinero para hacerse un sombrero de plumas, ni todos ellos se juntan para robar aviones y estrellarlos contra unas torres gemelas o hacer volar un tren cargado de obreros y estudiantes que van a trabajar y a estudiar para tratar de lograr con su esfuerzo una vida mejor para su núcleo familiar. Sin embargo, a los gestores de esas infamias, a los asesinos, a los que trafican con el terror, el dolor y las lágrimas para nominarlos y degradarlos hasta lo que consideramos lo último de la escala de valores éticos les llamamos alimañas, reptiles, gusanos o perros rabiosos. Yo creo que recurrimos a esos apelativos para satisfacer de alguna manera esa parte de nuestro espíritu que reclama venganza ante la ignominia y creo que no deberíamos caer en la lamentable ligereza de compararlos con animales. Los animales son entes nobles y no precisamente porque deriven de una familia de alta alcurnia, son nobles porque cumplen con estricta disciplina su función en el orden natural del universo a diferencia de nosotros, los humanos racionales, que en nombre de lo racional cometemos las tropelías más bajas, los crímenes más atroces que escapan incluso a la más generosa y extravagante imaginación. La barbarie es una sinrazón que pertenece en exclusiva a los humanos, o me pregunto si no son bárbaros al más puro estilo cavernario los responsables de las matanzas de Madrid, de Nueva York y de un sinfín de otras que decoran siniestramente el sangriento “curriculum vitae” de ciertos grupos humanos que en nombre de un fanatismo religioso o de cualquier otra índole se permiten disponer de la vida de otros seres humanos, generalmente inocentes e indefensos enarbolando la bandera de ideologías que más parecen mirar de reojo la copa del árbol del que bajamos alguna vez que a aportar sabiduría y esfuerzo para tratar de conseguir una mejor calidad de vida para un futuro de paz, de luz y de progreso en un mundo cada día más necesitado de esos equilibrios.
    No sé si llegaremos alguna vez a conocer la verdadera identidad de quienes programaron y llevaron a cabo el atentado de Madrid, puede que se llamen Pedro o Juan o Andrés o cualquier otro nombre con que nos reconocemos las personas, y vale agregar a cada nombre apelativos acordes a la acción cometida como feroces asesinos, descerebrados criminales, vándalos inadaptados, escoria, etcétera, pero, por favor, no les llamemos alimañas porque sería regalarles un título de nobleza absolutamente inmerecido.
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