LAS PALMERAS 45 AÑOS
A finales del año próximo se cumplirán cuarenta y cinco años de la grabación original de “Las palmeras”.
Los seres humanos sabemos de sobra y con cierta resignación que venimos al mundo con la certeza de que un día, una vez transcurrido el tiempo de vivir, debemos irnos definitivamente de aquí. Digo con cierta resignación porque no es una resignación completa. Nos aferramos sistemáticamente a la idea de encontrar otra vida después de la muerte, ya sea por caminos religiosos, parapsicológicos o sencillamente porque no podemos soportar la idea de desaparecer del todo. A lo largo de la vida nos volvemos acumuladores de cosas que nos parecen eternas, compramos un brillante que consideramos eterno, hasta que el caco o el descuido de turno acaba con esa eternidad; nos hacemos con pinturas de grandes pintores, atesorándolas la mayoría de las veces más para especular con que el tiempo les otorgue un carnet de eternidad que para disfrutar de su arte; coleccionamos antigüedades, objetos que nos hablan de épocas pasadas que “revivimos” como si quisiéramos unificar los tiempos para que el nuestro dure un poco más. Filosóficamente, la eternidad ha sido desde el principio un enigma y una preocupación constante en nuestra vida. ¿Habrá realmente vida después de la vida tal como nos lo cuentan los místicos y los investigadores del espíritu? Todos quisiéramos ser eternos por más que de la boca para afuera lo neguemos, o al menos quisiéramos tener el privilegio de estirar el tiempo a nuestro antojo y disponer de él para someterlo a nuestras necesidades o caprichos, pero todos sabemos que la manipulación del tiempo es un privilegio que sólo le pertenece a Dios.
Este breve preámbulo intenta justificar la permanencia de una canción evidentemente inolvidable: “Las palmeras”.
En noviembre del año 1960 en los estudios Deca de Bruselas, acompañado por Hugo Díaz, maestro irrepetible de la armónica, por Carlos Montero en la guitarra, Willy Albimore en el órgano Hamond y un bajista cuyo nombre se me ha perdido en el laberinto de mi memoria dimos forma a lo que fue mi primera grabación en Europa bajo la supervisión del productor Willy van de Steen, director artístico de Moonglow Records, que nos había “descubierto” en un teatro de Knokke le Soute, en la costa belga, (quien se interese por los detalles puede encontrarlos en mi biografía editada en esta misma página). Los títulos grabados en aquella primera ocasión fueron: "Las palmeras", "Un día de sol", "Sabor a mí", "Mi dicha lejana", "El Sucu-sucu" y "El Vagabundo". El disco, editado por Moonglow Records en Bélgica, tuvo enseguida una excelente recepción. "El Sucu-sucu" se convirtió en un clamoroso éxito inmediatamente, al punto de proliferar enseguida grabaciones por doquier y por grandes artistas, Caterina Valente y Nat King Cole entre otros. Mi versión de "Las palmeras", editada por Hispavox en España, al poco tiempo se convirtió también en un éxito que ha atravesado el tiempo hasta hoy, a punto tal que se ha tornado en una canción imprescindible en mi repertorio de escenario y tengo indefectiblemente que incluirla en cada una de las presentaciones que realizo en este país. La gente literalmente me exige hacerlo y si por descuido u olvido así no lo hiciera me lo reclama airadamente al final del concierto a la hora del autógrafo. Es curioso y aleccionador, especialmente en estos tiempos de éxitos urgentes elaborados para consumo inmediato y desechados enseguida, que una canción y su registro después de cuarenta y cinco años siga teniendo tan sorprendente vigencia en el ánimo de la gente. Para mí, como cantante, representa algo así como aquel brillante y aquellos objetos con pretensiones de eternidad, y cada vez que la canto en público al final digo sinceramente: “Benditas palmeras que a lo largo de tantos años me han permitido permanecer aunque sea un poquito en el ánimo de la gente”.
Mi versión fue editada en todos los países de habla hispana. Sin embargo, fue especialmente en España en donde se convirtió en un clásico de la canción popular. La grabación de finales del año 1960 ha sido incluida en innumerables compilaciones mezclada entre otras muchas canciones de mi autoría. Alguna vez hemos intentado realizar una nueva versión, pero no hemos conseguido reproducir la magia que contiene la versión original, por lo que hemos desechado la idea. El anecdotario alrededor de “Las palmeras” es amplio y rico en matices de todo tipo. Valga como ejemplo lo que sigue. Hace tres años se recibió una llamada en la oficina que se ocupa de mis asuntos. Provenía de un empresario angoleño, Carlos Cunha, que quería contratar a “O Senhor das palmeiras”. La canción había logrado un milagro de permanencia en el recuerdo de la gente después de más de treinta años, desde la primera vez que fuimos a Angola cuando aún era una provincia portuguesa. Ahora ya sin discos editados en aquel país ni presencia mediática, el recuerdo permanece increíblemente intacto en la gente y ésa fue la razón por la que Carlos Cunha se interesara en llevarnos nuevamente a aquella región del mundo. Realizamos esta vez cuatro conciertos en Luanda a sala repleta y en cada una de las presentaciones el público me exigió con vivas muestras de entusiasmo repetir hasta tres veces en cada una de ellas las sempiternas palmeras.
“Las palmeras” se ha convertido pues en un hito en la historia de este cantor agradecido de la vida y de un público tan fiel que le permite seguir soñando.
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