Mi Opinión

MENU

 

Página principal

Biografía

Discografía

Letras

Galería gráfica

Material

Contactar

Management

Actuaciones

Enlaces

Noticias

Poemas

Relatos

Comentarios de
Alberto Cortez


Comentarios sobre
Alberto Cortez


Libro de visitas

 

·

PARA EMILIO Y JAVIER
    Queridos amigos:

    El pasado 15 de noviembre, mi gente y yo, es decir, Daniel Frega, Ángel Gómez y Fernando Badía regresábamos felices a nuestro lugar de residencia habitual en Madrid a bordo de un avión de Aeroméxico después de haber terminado con bien y con éxito una nueva gira por el gran país azteca. Mi asistente y querido amigo Javier Rivera, para nosotros “el pisha”, y Emilio Valencia, nuestro joven empresario mexicano responsable de nuestro trabajo en su país, amigo entrañable también, vinieron a abrazarnos en la despedida y a embarcarnos a todos en el Aeropuerto “Benito Juárez” del D.F.
    En el vehículo de Javier iniciaron un viaje hacia Tampico por carretera. Ya cerca de la ciudad de Pachuca, estado de Hidalgo, tuvieron un terrible accidente, chocando de frente con otro automóvil en donde Emilio perdió la vida y Javier quedó mal herido.
    Como si un rayo nos hubiera paralizado, recibimos telefónicamente la increíble noticia y una dolorosa angustia se apoderó de nosotros, al tiempo que un incontenible llanto por el amigo desaparecido nos embargaba. A la par emergía la esperanza a modo de consuelo al saber que Javier había sobrevivido al tremendo impacto y que pese a la gravedad de sus heridas tenía opciones de supervivencia como por fortuna así ha sido. La conmoción ha sido muy grande en todos los ámbitos, tanto familiares como profesionales y, naturalmente, traumática para Javier que vio cómo Emilio perecía a su lado sin alternativas. Es muy duro superar el incontenible dolor “cuando un amigo se va”.
    Para mi infortunio, la vida me ha vuelto perito en estos menesteres y no puedo menos que ponerlo de manifiesto cada vez que la implacable parca, siempre hambrienta de sangre, se interpone en mi vida. Como se me fue Alberto Olmedo, Mario Trombeta y muchos otros, ahora Emilio ha venido a sumarse a esta insoportable lista de dolores irremediables. Podría perderme escribiendo esta nota en un largo enjambre de elogios al amigo entrañable que fue, además de la eficiencia y amor con que desarrolló su trabajo conmigo, pero eso serían datos de adentro hacia afuera de mí y prefiero encerrar mi tristeza en el rincón de mi alma donde guardo mis sentires más profundos, mis añoranzas y mis dolores más íntimos.
    Javier, por suerte, ya ha sido dado de alta y ha comenzado a recorrer el largo camino de la resignación, sin olvidos. Dios le ha dado una segunda oportunidad y estoy seguro que dirigirá con su mirada hacia un futuro que sin duda le pertenece. El tiempo, gran cicatrizador de heridas, irá poco a poco cerrando las suyas y algún día, espero que no muy lejano, hará que recupere la alegría con que siempre ha decorado su vida y la nuestra.
    Paloma Bercht es una mujer que desarrolla su actividad como gestora de espectáculos, es decir, que “vive en nuestro barrio”. Amiga como pocos de sus amigos, así lo era de Emilio. Inconsolada corrió a Guadalajara para darle el último beso antes de su cremación. Desolada escribió la carta que publico a continuación.

    Emilio, amigo mío, ¿por qué te sigo llorando?, ¿por qué no se me quita esta sensación de vacío, de inmensa tristeza, de pena, de duelo, de luto?, ¿por qué, si no me dejaste deudas? Te fuiste en paz, no dejaste nada para el final… Dijiste cuanto sentías, hiciste lo que querías, ibas alcanzando tus metas, “piampianito”, sin ruidos, sin prisas… ¿Por qué si vi tu carita sonriente, tranquila y en paz?, ¿por qué si compruebo que no sólo en mí sembraste tanto amor y admiración?, ¿por qué no mejor estoy feliz por ti, que ahora estás con tu mami?
    ¿Es verdad que si te lloro no te dejo ir?, ¡es egoísmo!
    Todos vamos para allá, lo entiendo, pero no es tan fácil, te nos adelantaste, "my friend", Dios siempre sabe lo que hace…
    Lo único que me queda es honrar tu partida pensando que con ello nos quisiste dejar a todos un mensaje, una herencia, diferente para cada quien… En lo que a mí respecta intentaré ir más despacio, más consciente, más sonriente, sin gritos ni sobresaltos, como tú, y cada vez que tenga miedo o angustia, diré: “¡Palomita, muchos huevos y cara de hombre!”.
    Buen viaje, Emilio, vas a quedarte en mi corazón por siempre… aunque tenga “ese espacio vacío”, que será tuyo hasta que nos encontremos donde estés.

    PALOMA
Volver