Anoche fue una noche...
Anoche fue una noche deleznable,
le llaman convención a una colmena
fundada con un fin inconfesable
desde luego no afín a las abejas.
El mar estaba allí, imperturbable,
queriéndose dormir sobre la arena,
mientras convencionistas implacables
lo sumaban al son de la verbena.
Ya tarde, repartieron los juguetes,
es decir, dos cantores y un pianista,
trepados al trapecio del garete,
pirueteando sin ser equilibristas,
dejándoles saber a esos zoquetes
que no hay hortera mayor que un congresista.
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