VIDA por Mirta Montesi (Victorica, La Pampa, ARGENTINA)
Querido Alberto Cortez:
Podría escribirte estas líneas para decirte que me encuentro muy bien, disfrutando de mi tiempo de vacaciones. Soy maestra y esta época del año es nuestro período de descanso…
En fin… a cualquier amigo se le escribe de vez en cuando, para compartir las cosas cotidianas... los proyectos… o simplemente para recordar momentos de nuestra amistad, que aunque no lo sepas es de larga data y tiene una fuente de afecto inagotable.
Supe de tu existencia cuando tenía apenas catorce años, al oírte en la vieja radio de mi padre, nacido en Rancul. Tanto él como mi madre eran hijos de inmigrantes italianos y sus progenitores no habían podido regresar a su tierra natal, como el abuelo de tu canción. Con honda ternura y vibración oímos ese tema por primera vez, y cayeron unas lágrimas querendonas de los ojos de mi padre. A partir de allí… no dejamos de escucharte, de comprar tus discos, de ser tus incondicionales seguidores.
Cuando concurría al colegio secundario y tenía diecisiete años nos enteramos con mis amigas de que vendrías por primera vez a La Pampa a dar una serie de pequeños recitales, ya como encumbrada figura. Nos preparamos con anticipación, visita a modista de barrio mediante, y… a esperar el día.
El recital era en el Club Argentino de General Pico. Transcurría mi adolescencia, y corría 1970 ó 1971, no lo recuerdo con exactitud.
Cuando llegamos ya todos estaban ubicados, y quedamos al final del salón. Hiciste tu entrada, vestido de negro…Todos aplaudían de pie, y no recuerdo los comentarios que hacían mis amigas. Algo decían... Hablaban… Yo sólo te escuchaba cantar.
Bajaste del escenario para abrazar a tus queridos amigos de Rancul que habían ido a verte; creo que en tu pueblo no quedó nadie ese día. Familiares, Goyo, amigos, vecinos… tantos… que llenaban varias filas del extenso club.
El mundo había dejado de girar. Cantabas, y yo te oía y te miraba desde lejos, allá, al final del salón. Cantaste todo y más. El recital se transformó en una suma de momentos sublimes, cargados de magia. Tu tierra, tu gente… eras nuestro hermano famoso que regresaba triunfante, el que había tenido penas pero volvía reconfortado por la fructífera cosecha del éxito que coronaba su esfuerzo colosal. Habías llegado a la cima, reconocido por el mundo.
La sala comenzó a desalojarse despacio, y yo… caí en la cuenta de que había asistido de pie a todo el recital del incomparable trovador. En ningún momento me di cuenta de que mis amigas habían estado insistiendo para que ocupara mi silla.
Fue uno de los regalos más maravillosos que me proporcionó la vida. Después ella siguió su curso, me casé, tuve hijos y nietos, me separé, y me radiqué en el oeste de mi provincia. Fue así que en el 2007 me acerqué a Internet y descubrí tu página Web. Un día te dejé una poesía de las tantas que escribo y que por timidez rara vez muestro, porque no podía pasar sin dejarte un regalo. Se llamaba “Vida”, y respondiste a mi mensaje diciéndome que te había gustado, que posiblemente algún día la recitaras o cantaras.
Volví a sentirme como aquel viejo día en el Club, cuando me quedé con la boca abierta al verte cantar por primera vez. Y nuevamente lloré de emoción.
Y en diciembre viniste a Argentina, cantaste en los teatros, y un canal de televisión grabó uno de tus conciertos y te trajo hasta mi humilde casa… recitando mi poesía “Vida”. Entre el ruido de mis palpitaciones tu dulce voz decía: “de una autora pampeana que la dejó en mi página Web”…
No podía creerlo… Ésa fue, junto al nacimiento de mis hijos y mis nietas y al recital en el Club Argentino de General Pico, una de las máximas alegrías de mi vida.
GRACIAS, Alberto Cortez, dadas como siempre, a un paso de tu enorme corazón.
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